martes, 6 de mayo de 2008

LA GLOBALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA. Doctor Enrique Quintero Valencia


LA GLOBALIZACION DE LA ECONOMIA

La consideración de Malthus en la que fundó su principio de población se originaba en una observación pragmática, a saber: Con el descubrimiento y adecuación de nuevas tierras, es posible en un período dado duplicar la producción de la agricultura; pero no es muy probable que el proceso se repita en la misma proporción. En tanto que con la población el proceso sí es inatajable. El cálculo real, válido para Inglaterra, Francia y Alemania, decía que era posible doblar la producción de una granja en veinticinco años, tiempo en el cual aproximadamente se duplicaba la población en esos países. Pero si bien la población seguía creciendo, era imposible repetir indefinidamente el incremento de la producción agrícola.

En tiempos estudiados por Malthus -1825- tenía el mundo una población de mil millones -un decimos un millardo- de habitantes. En 1925 se había duplicado. En 1975 se dobló nuevamente a cuatro mil millones. En 1995 casi redondea los seismil millones. Para el año 2025 se calcula una población de 8.500 millones, aún con las políticas antinatalistas de nuestro tiempo. Se espera que para la segunda mitad del siglo XXI se estabilice en 10 u 11 mil millones de personas.

Los esfuerzos para desarrollarse, en los países del hemisferio sur van a acelerar el calentamiento de la tierra, en perjuicio de los países ya desarrollados y que están en el hemisferio norte. De ahí que un desarrollo sostenible del hemisferio sur es interés prioritario de los países del hemisferio norte, en guarda de su propia supervivencia. Pero, por otra parte, dado el grado de desarrollo en el hemisferio norte, el consumo de su población seguirá superando en muchas veces al consumo per cápita de la población del hemisferio sur, con lo cual se rompe de nuevo el equilibrio. Paul Kennedy ha citado cálculos según los cuales el consumo de un niño estadounidense origina daño ambiental superior trece veces respecto del brasileño, 3veces el hindú y 300 veces el haitiano.

En el crecimiento demográfico tiene también explicación la tensión política que se da en ciertos estados con diversidad étnica, religiosa o política. En la medida en que el mundo se va democratizando, el voto va ampliando su cobertura. Y las masas votantes que crecen no son las mejor alimentadas sino los hambrientas, no son los blancos sudafricanos sino la población negra, no son los ricos sino los pobres, no son los desarrollados del norte de Europa sino los inmigrantes desempleados. Existe el peligro de que su influencia aparezca y entre en crecimiento gradual si adquiere o conquista derechos democráticos. Por ello surge la prevención y restricciones hacia los inmigrantes, hacia los desempleados, hacia los negros en Sudáfrica, hacia los latinos en Estados Unidos y en Escandinavia: Su acelerado crecimiento supera el índice de proliferación de las razas, de los sectores, de las clases dirigentes en cada uno de los Estados. Es parecida esta situación a la que se da -examinada por los marxistas, y utilizada por los reformistas- en sociedades donde el proletariado va conquistando ventajas democráticas en razón de su crecimiento, que corresponde a logaritmos geométricamente más dinámicos que el crecimiento de la burguesía.

El debate entre los pensamientos liberal y socialista continuará por mucho tiempo aún. Algunos estudiosos profetizan inclusive un retorno de la economía dirigida y el relativo eclipse de la economía de mercado. Es indudable que el mundo siente la necesidad de proteger y desarrollar a los sectores desvalidos. Pero ésto, que se da como necesidad, no es interés de la economía liberal. El neoliberalismo y el neoestructuralismo propugnan una economía de mercado racional; pero entre las proyecciones del mercado racional no existe la justicia social, que todavía se encuentra entre los objetivos de la política, y no solo de las religiones y de las éticas. A pesar del desmonte de la economía intervenida, y la privatización creciente de todas las actividades, se le seguirá pidiendo al Estado educación, salud, vivienda, acueductos, alcantarillados, servicios... Y la preocupación seguirá siendo cómo dar todo ésto a los pueblos, sin alarmar a los inversionistas de dentro y de fuera.

La globalización de la economía, dogma de nuestro tiempo, se mueve dentro de una dinámica tan paradojal como contradictoria. La economía tiende a comportarse como un solo proceso, universal, supraestatal, con escenario en un solo mercado: el mundo. Sin embargo no se dará fácilmente la condición básica para que el supuesto se cumpla, a saber, la competitividad o aptitud de todos los Estados y de sus sectores empresariales. Es fácil para los Estados del hemisferio norte hacer la homilía, pero los países del sur ni siquiera están en condiciones de escucharla. La economía global solo es posible cuando la comunidad de naciones se homologue en la calidad de sus clases dirigentes, en la formación humanística y profesional, hasta en los sistemas de valores. Y a ese mundo no se le verá la cara nunca. Sin embargo, en los postulados neoliberales hay algo interesante, así sea por proyección del animus lucrandi: Para la conformación y estabilidad de un mercado mundial conviene el desplazamiento de las dictaduras y la organización de estados democráticos, conviene la civil-ización y el retorno del militarismo a los cuarteles, conviene la tolerancia religiosa y disminuir el fundamentalismo, conviene una población consumidora instruida, un conglomerado de compradores con mejor poder adquisitivo, una población sana... Así sea para incrementar el consumo, estos intereses convalidan históricamente la pretendida globalización de la economía.

Los teóricos optimistas de la globalización piensan que los males del atraso se irán corrigiendo en términos relativamente cortos. De hecho, dicen, ningún país está excluido del proceso de desarrollo. A medida que las multinacionales van buscando lugares donde la mano de obra es barata, tarde o temprano irán cubriendo con su capital y su tecnología el mundo todo. El país que no resulta atractivo hoy, lo será mañana. Sin embargo, desde la otra orilla hay quienes afirman que el milagro de las comunicaciones permitirá a los pobres del mundo mirar el ofensivo consumismo de los países primermundistas, y forzará una violenta migración en esas direcciones, o por el contrario dará motivo a la consolidación de valores anticonsumistas que darán por resultado un nuevo fundamentalismo.

Lo que algunos han bautizado ya como el imperialismo genético constituye una nueva amenaza a la economía de los países subdesarrollados. Mientras algunos intentan tecnificar los cultivos e incrementar la productividad de su agricultura, inclusive con el mejoramiento de las semillas, en los laboratorios se logran los sustitutos sintéticos de lo que aquellos buscan producir por la otra vía. En tanto que unos buscan producir más y mejor caña de azúcar, los otros perfeccionan los edulcorantes de laboratorio que dejarán a aquéllos sin ingresos. Ingentes capitales gastan unos mejorando el ganado lechero, y otro tanto hacen los otros produciendo leches químicas que la sustituyan aún con ventaja. Es la perspectiva del desempleo creciente, y están a la vista los Estados sin recursos para salir del subdesarrollo. La caña de azúcar es desplazada por las isoglucosas. Madagascar, que sobrevive de exportar vainilla, pierde su oportunidad ante las vainillas de laboratorio. El treinta por ciento de los filipinos se quedan sin empleo al reemplazarse el aceite de coco que producían y exportaban, por el aceite de soya obtenido a través de manipulaciones genéticas. El caucho sintético va desplazando gradualmente unos veinte millones de trabajadores que en diversos países ocupa la explotación del producto natural. Bien podría decirse que entre los subproductos o secuelas ocultas de la ingeniería genética en este campo, está la desestabilización de las políticas y las revoluciones de los pueblos del último mundo.

Los predicadores del laissez faire, del retorno al liberalismo, a la economía de mercado, no han contado toda la verdad . Y el entusiasmo de muchos espera que el liberalismo democratice al mundo o que la democracia liberalice a las naciones en el proceso económico. Pero el hecho histórico es que muchos de los ejemplos de las economías fuertes que hoy se muestran, se originaron en claras economías dirigidas. Los tigres asiáticos son muestra durante mucho tiempo de las persecuciones sindicales, el proteccionismo arancelario, la administración oficial del ahorro privado, la producción subsidiada, y, en general, el uso de instrumentos que se critican en otros modelos.

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